Dentro del atuendo de una quinceañera, el vestido es lo que más llama la atención. De su elección depende la decoración y demás elementos, como invitaciones y recuerdos. Por eso es muy importante que nos guste y lo sepamos llevar con elegancia.
El vestido con el que se ingresa a la fiesta suele ser muy vaporoso y deslumbrante (admitámoslo, se trata de que todos centren las miradas en nosotras). Pero a la hora del “reventón”, ¿se imaginan estar en la pista de baile con un atuendo tan poco flexible y hasta quedarse sin pareja porque ocupa todo el espacio?
Por eso, al igual que las novias, nosotras tenemos un ajuar. Obviamente este no incluye velo y portaligas, pero sí nos puede sacar de bochornosas situaciones y hasta hacernos más fashion.
El promedio ideal de cambios de una quinceañera es de 2 vestidos (incluidos los accesorios que lo acompañan). Más de esto, lo considero algo exagerado y poco útil, porque nos haría perder divertidos momentos por estar más pendientes de detalles en los que a esa hora los invitados ya no ponen mucha atención.
El segundo vestido debe ser más ligero (aunque no menos bonito) que el segundo. Puede tener un color distinto, pero combinable para que se relacione con la ambientación. No obstante, otra opción es hacer que el vestido principal se pueda “adaptar” a nuestros movimientos, ya sea quitándole la cola o descubriendo una escondida falda. Sólo es cuestión de un poco de ingenio y elegir lo que nos gusta más.
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