Uno de los preparativos para la fiesta de Quince que requieren de especial atención es la coreografía del vals. Para algunas tal vez signifique moverse al son de una música lenta. Pero las que hemos pasado por ello sabemos que si no se coordina a la perfección, cualquier error puede convertirse en algo muy bochornoso.Tampoco es que necesitemos contratar a un bailarín que nos cobre altas sumas de dinero ni hacer una obra musical. Pero sí que tengamos buen criterio para seleccionar qué pasos conformarán la rutina y quiénes nos ayudarán a llevarla a cabo.
Lo más común es que ingresemos al salón del brazo de nuestro padre o padrino y que bailemos con él la primera pieza. Se supone que después viene el resto de nuestros familiares hombres (bueno, sólo los más representativos ¡porque si no nunca acabaríamos!), y que el último debe ceder el paso a nuestro chambelán.
Hasta aquí no hay nada extraordinario. Y tal vez podría acabar en el vals de pareja. Sin embargo, siempre es más atractivo hacer un baile grupal, ya sea inspirado en alguna tradición o según nuestro propio estilo.
En ciertos países de Latinoamérica se elige a varios amigos -chicos y chicas-, aproximadamente entre 5 y 12 parejas vestidas con un traje uniforme, para que ingresen a la pista al turno del chambelán y nos rodeen hasta acabar la canción o unos momentos antes del final para que los invitados puedan apreciar nuestra performance individual.
En otros lugares se estila que algunos cadetes de la Marina o el Ejército sean los chambelanes y mientras la quinceañera baila uno a uno con ellos, el resto aguarde rodeando a la pareja mientras se mueve al ritmo del vals en su propio espacio.
Personalmente, prefiero una coreografía con mis amigos. Aunque para salir del molde cambiaría la música tradicional por un baile moderno. E inclusive podrían esperar en las escaleras y hacer la entrada juntos para generar más expectativa.
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